A los 24 años se dedicó a los negocios de manera independiente,
pero su principal interés se centraba en la vida política del país, que por
aquel entonces atravesaba una etapa de anarquía.
En 1853, con el grado de teniente coronel, fue designado ayudante
del Estado Mayor General de la división de Arequipa, y posteriormente, el 28 de
junio de 1854, fue nombrado comisario de guerra. Participó en varias batallas
libradas en Ayacucho, Arequipa, Cusco y otros lugares. El 18 de abril de 1856,
pasó a servir en la Inspección General del Ejército en Lima.
El 14 de noviembre
de ese año fue nombrado edecán de campo del presidente de la República, el
mariscal Ramón Castilla.En abril de 1857 empezó a ejercer el mando
como artillero y el 7 de marzo del año siguiente fue ascendido al grado de
coronel efectivo, por acción distinguida. En la campaña contra el Ecuador de
1860 participó como jefe de artillería.
Enviado a Europa para comprar piezas de artillería, regresó de
Londres el 18 de enero de 1862 con el armamento adquirido. En 1872 pasó al
retiro, dejando una brillante estela por su recia personalidad de militar a
carta cabal en su calidad de excelente comandante de un regimiento de
artillería.
Cuando estalló la guerra con Chile, Francisco Bolognesi fue
llamado para tomar las armas y defender la patria. En dicha contienda estuvo al
mando de la tercera división y participó en las batallas de San Francisco y
Tarapacá.
Después de la derrota de los ejércitos de Perú y Bolivia en la batalla
de Tacna, el 26 de mayo de 1880, el sur del país quedó casi del todo perdido en
manos chilenas. Únicamente en Arica quedaba una guarnición de 1600 hombres al
mando de Bolognesi, que, aislada por tierra y por mar, estaba condenada a caer.
Su emplazamiento era el morro de la ciudad, una cresta natural de unos
trescientos metros que se elevaba al pie del océano.
El 5 de junio un parlamentario del ejército chileno, el mayor
Juan de la Cruz Salvo, se acercó a pedir la rendición de la plaza a fin de
evitar un derramamiento de sangre. El honor militar, aseguró, no debe llevar a
un sacrificio carente de antemano de fruto. El ejército chileno tenía seis mil
hombres y armamento superior. Ofreció una capitulación en términos dignos para
los vencidos.
La noticia del desastre de Tacna había tardado en saberse en
Arica. El dos de junio habían llegado cinco soldados sobrevivientes con la mala
nueva, pero Bolognesi no pudo cobrar conciencia de la magnitud de la derrota y
mantuvo la ilusión de que no todo se habría perdido; algunos batallones se
habrían salvado y avanzarían a socorrerle.
Desde meses atrás había comenzado a minarse el morro que preside
el puerto, pero los chilenos capturaron al ingeniero Elmore, encargado de la
labor, y descubrieron estos planes. De cualquier manera, la noticia de que el
morro estaba sembrado de explosivos retrasó la decisión chilena de atacar y los
empujó a negociar la rendición. Se ha dicho, pruebas que lo fundamenten, que
Montero y Bolognesi habían concebido el plan de hacer volar todo el morro, con
defensores y atacantes, e incluso la ciudad, si la batalla se veía perdida.
Francisco Bolognesi sabía que las minas podían fallar, ya que eran
imperfectas, y que la clave de la defensa era la artillería. Lamentablemente,
estaba compuesta de cañones que en su mayor parte no giraban en círculo,
complicando la defensa. Ante el requerimiento del parlamentario enemigo,
Bolognesi replicó: "Tengo deberes sagrados que cumplir, y los cumpliré
hasta quemar el último cartucho". "Entonces, está cumplida mi
misión", sentenció el mayor Juan de la Cruz Salvo. El coronel, le pidió
sin embargo, unas horas para dar una respuesta final, porque quería consultar
con sus comandantes, pero Salvo señaló que no había tiempo para ello y que
debía volver de inmediato. Bolognesi le pidió aguardar unos instantes. Llamó a
su estado mayor, les transmitió la comisión del parlamentario chileno y lo que
había sido su respuesta. Todos se adhirieron a ella.
Los chilenos decidieron atacar por el lado este, hicieron varias maniobras de distracción para confundir a la defensa,
dejando hogueras encendidas en un lado, movilizando las tropas hacia otro y
utilizando a Elmore como parlamentario de una última propuesta de rendición,
sabiendo que Elmore contaría a Bolognesi el emplazamiento de las tropas
chilenas, que luego cambiarían. En realidad, Elmore malició, correctamente, que
el ataque iba a tener lugar por el lado opuesto al que le empujaban a creer,
pero Bolognesi, fiel a los reglamentos, no quiso recibirlo por tratarse de un
prisionero del enemigo.
El día siete se produjo el ataque por el lado este, a las cinco y
media de la madrugada. Tras tres horas y media de lucha la bandera peruana fue
arriada del morro. Los tripulantes del Manco Capac hundieron el barco para
evitar su caída. El plan de las minas no funcionó. Según una versión chilena,
Bolognesi corrió hacia la Santabárbara poco antes del final para hacer explotar
las minas; al ver que no pasaba nada, gritó "Traición". Los peruanos
vieron morir casi la mitad de sus efectivos; entre ellos el coronel Bolognesi,
ultimado de un culatazo.
Diego Palacios
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