El hombre siempre ha sentido curiosidad por quienes le han precedido en el tiempo y por conocer los orígenes de la humanidad.
En lo que a épocas remotas respecta y que comúnmente llamamos Prehistoria, su estudio comenzó en el Renacimiento con Boucher de Crévecoureur y Lartet, quienes se basaron en importantes hallazgos arqueológicos. La prehistoria puede darse por finalizada cuando se ha elaborado una forma de escritura idónea. Por esta razón, el prehistoriador, al no contar con ningún dato escrito debe circunscribirse a los restos arqueológicos para reconstruir la situación económica y cultural de las primeras formas sociales. Con el fin de establecer la antigüedad de los hallazgos, se utilizan técnicas especiales que se han ido perfeccionando con el tiempo, con el progreso de la ciencia y bajo el impulso de nuevas metodologías.
Para que la tarea de establecer la antigüedad de los restos encontrados arroje resultados confiables, se aplican en la actualidad dos elementos imprescindibles: métodos de datación y sistemas cronológicos. Recién en los últimos 50 años, se ha podido determinar la antigüedad real de los yacimientos y artefactos prehistóricos, alcanzando hoy un mínimo de margen de error.
Uno de los primeros acercamientos a la datación del pasado lo constituye el sistema denominado las “Tres edades”, de acuerdo al cual los útiles de piedra fueron sustituidos por los de bronce y estos, a la vez por los de hierro. Antiguos escritos chinos y romanos ya se refieren a épocas pasadas usando esta clasificación.
A partir de siglo XIX, también adquirió importancia el uso de la estratigrafía, es decir, el estudio de la secuencia cronológica basado en la acumulación de depósitos.
Sin embargo, la asignación de fechas absolutas sólo siguió siendo posible a partir de los registros o inscripciones de carácter histórico disponibles, o cuando un yacimiento o estrato contenía restos provenientes de una civilización histórica de fecha conocida.
Los métodos científicos de datación no fueron desarrollados sino hasta el anterior siglo.
La dendrocronología fue uno de los primeros métodos desarrollados. Esta se basa en la observación de los anillos de crecimiento del parénquima de los árboles (observables al cortar un tronco), los que varían cada año según las incidencias climáticas. A cada año corresponde no sólo un anillo, sino uno de determinado tipo, reconocible en todos los árboles. Sin embargo esto sólo es aplicable en las zonas donde crecen árboles de larga data, o bien a utensilios o materiales elaborados con madera.
Otro sistema de cronología es el basado en el análisis de los sedimentos de material de origen glacial. Las aguas de los torrentes acarrean materiales rocosos que son depositados en los lagos. Se forman de este modo, estratos anuales llamados varvas. Cada varva está constituida por materiales relativamente toscos que indican la fase primaveral de la fusión del hielo, y por otros de progresiva finura y más arcillosos, a la fase otoño-invierno. De este modo cada año se forman varvas según las condiciones climáticas; las mejores, del centro de Europa hasta las orillas del mar Báltico.
No obstante la mayor revolución en cuanto a técnicas de datación es a consecuencia directa de la investigación en física nuclear. Los principales métodos son el carbono 14, que mide la desintegración progresiva de las sustancias radioactivas, pero sólo puede usarse con restos de una antigüedad inferior a los 40.000 años. El potasio-argón sirve para el estudio de periodos más antiguos y se basa también en la radioactividad; sin embargo sólo al material volcánico, siendo de mucha utilidad en África. Y la termo luminiscencia, que permite datar los utensilios de arcilla y se basa en el efecto de bajo nivel de radiactividad en el interior de la cerámica.
En su conjunto, todos estos métodos han proporcionado la estructura para el desarrollo de una arqueología mundial. A través de la elaboración de una cronología detallada, que abarca desde el presente hasta los primeros utensilios de piedra, de unos 2,5 millones de antigüedad, los arqueólogos han podido trazar el progresivo avance del desarrollo humano.
Bibliografía: Atlas "Historia Univesal"-El Comercio.
Alejandra Velarde
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